Sobrepasados por falta de tiempo libre, por la sobreinformación y por una vida profesional y personal que a menudo nos exige más de lo que podemos dar, a veces explotamos y nos sentimos perdidos, cansados y hartos de todo.
¿Y si la solución fuera aislarnos en el silencio de las montañas?
Conectar con la naturaleza y el entorno, disfrutar del «simple» sonido de las montañas. Sería una gratificante experiencia y nos ayudaría a mejorar nuestro estado interior sin necesidad de cambiar nuestra vida.
Sin darnos cuenta esos simples detalles como el silencio, oler o simplemente respirar nos recargan de nuevo para volver como nuevos a lo que es nuestra rutina habitual.
En realidad son ejercicios sencillos, al alcance de todos y sobre todo prácticos.